Este manifiesto nace del encuentro. De conversaciones abiertas, cuerpos diversos, escrituras torcidas y preguntas que no se dejan ordenar. Fue pensado en colectivo, con más de cincuenta voces que se sumaron para imaginar otra escuela posible: una que no imponga formas ni silencie cuerpos, una que abrace el error, la diferencia y la ternura como formas legítimas de conocimiento.
Este manifiesto no pertenece a una sola autoría. Está tejido con muchas manos y muchas historias. Es un gesto colectivo que afirma que escribir también es una forma de habitar el mundo, y que toda pedagogía es, en el fondo, una apuesta política.
Este manifiesto es posible porque muchas voces lo sostienen. Porque en cada conversación hubo una semilla, una grieta, un gesto de cuidado. Porque el pensamiento se volvió común, y la imaginación, contagiosa.
Gracias por confiar en el proceso, por hacerlo suyo, por nombrar lo que dolía y también lo que deseamos. Este texto no busca representar, sino resonar. Y esa resonancia se debe a ustedes.